Vaticano II: de los remedios que son peores que la
enfermedad
Artículo enriquecido por el MIDP, con datos
precisos y fidedignos sobre la Historia de lo acontecido en el C.V. II
Nuestra enfermedad se llama
Concilio Vaticano II, no soy muy original al compararla con un síndrome de
inmuno deficiencia, es decir, un virus que ataca todas las defensas (doctrina,
magisterio, dogmática, tomismo, liturgia, sacramentos, órdenes religiosas,
moral y por sobre todo, PRIMACÍA PAPAL) y deja el cuerpo en condiciones de ser derribado por un simple resfrío.
Es muy cierto lo que algunos señalan sobre que se contrae por haber andado por
un buen tiempo haciendo lo que no es debido, pero es un día de juerga y
borrachera en el que te revuelcas con la o el infectado y … cataplúm!
Una vez ocurrido, los sabios aplicarán
unos químicos y recomendarán las condiciones en las que hay que ir de juerga,
los profilácticos más seguros, la conveniencia de las prácticas orales y otras
linduras, pero nadie se atreverá a prohibir las orgías, porque prohibir,
anatematizar y condenar no está en el vademécum liberal, sólo se trata de
evitar los desmadres de la sacrosanta libertad.
Derribaron el Santo Oficio y la Sagrada Congregación de Ritos, con el
pretexto como hablan y argumentan los masones infiltrados entre los Más Altos
Reinos de la Jerarquía en el Vaticano que había advertido la Virgen en Fátima a
Lucía dos Santos en el auténtico Tercer Secreto –“Satanás
se infiltrará en el seno de la Iglesia; llegará hasta los Más Altos Reinos de
la Jerarquía en el Vaticano; y hasta la Silla de Pedro”, lo que
logró el judío sectario miembro del Priorato de Praga Joseph Karl Ratzinger
Peintner, luego Benedicto XVI- confirmado en las profecías del Apocalipsis (Ap.13,11 –“los corderos que hablan como la bestia” o masonería jerárquica –la masonería está simbolizada con el demonio
Pantera de Apoc.13,2; y que están totalmente a su servicio, es decir de la
masonería laica- en la Exégesis dada por la Virgen al P. Stéfano
Gobbi del Movimiento Sacerdotal Mariano; y en las “Visiones
y Revelaciones Completas dadas a la Venerable Anna Catalina Emmerick”,
compiladas en el Cuaderno Núm. 3 cuyo título identifica la colección de
Revelaciones conferidas a esta Monja Capuchina Estigmatizada), Secreto a ser
revelado por Lucía precisamente en el año 1960 a Paulo VI. La Visión concedida
a la Vidente Jacinta Marto, prima de Lucía, confirmaba que era a éste Pontífice
a quien debía advertirse lo que estaba cercano a suceder en el seno de la
Iglesia.
Los jerarcas masones atacaron al
Santo Oficio y la Sagrada Congregación bajo el pretexto de afirmar y hacer
creer, con su acostumbrada verborrea dialéctica masónica, que el Santo Oficio y la Sagrada Congregación de
Ritos eran anacrónicos (apoyados en la debilidad de la Curia Romana que con
su adalid a la cabeza – el cardenal Ottavianni – ya sufrían de síntomas
liberales).
Hay que saber que los jerarcas
masones, por tanto, falsos y excomulgados de la Iglesia, aunque de hecho
siguieran en acción por la ignorancia de las grandes mayorías de católicos del
Derecho Canónico y de las Bulas de varios Papas que establecen sentencia de
Excomunión Latae Sententiae a los clérigos que ingresan a sectas impías, como
lo hizo desde obispo Jorge Mario Bergoglio, ahora Francisco, sionista
manipulado por los rabinos Abraham Skorka y Sergio Bergman de Argentina, en su
afán por sentar próximamente al Devastador Anticristo Maitreya del que advierte
el Profeta Daniel.
En el Concilio Vaticano II la
Curia -entre ellos los judeo-alemanes
Joseph Frings y Joseph K. Ratzinger, cabezas visibles que impulsaron la
infernal corriente del “modernismo”- se revolcó con los teólogos del Rin y
luego de esos contubernios, sobrevino una generación deformada, de sidóticos de
nacimiento, y ya pasada la posibilidad del aborto y reprimiendo la posibilidad
de la eutanasia, las recomendaciones para frenar la locura pasan por hacer las
cosas más prolijas, pero jamás prohibir o declarar maldita aquella orgía y
mandar a un hospital a los contagiados.
“Si
algo hubo de notorio en el Concilio Vaticano II, fue el giro liberal en la
actitud de la suprema autoridad. El Papa resignó su autoridad a favor de los
Obispos (colegialidad); los Obispos resignaron la suya a favor de los teólogos;
los teólogos habían renunciado a su ciencia para escuchar al hombre, y la voz
del hombre – supuestamente dotada de la infalibilidad del “sensus fidei” – no
era otra que la publicidad”. Así, Satanás campeó en el C.V. II como advirtió
Nuestra Señora de las Rosas a la profeta y vidente Verónica Lueken en Bayside.
Ratzinger,
Benedicto XVI, desde la Congregación de la Doctrina de la Fe, manipuló, ocultó
y distorsionó junto con su compinche Tarcisio Bertone, quienes además quisieron
desconocer y descalificar varios Mensajes y Apariciones de la Santísima Virgen,
entre éstos el Tercer Secreto de Fátima, poniendo una doble de Sor Lucía, tal
como lo hicieron con el verdadero Papa Paulo VI cuando éste se dio cuenta de la
infiltración y de que estaba rodeado de lobos que hacían lo contrario de lo que
él les ordenaba. Paulo VI declaró, teniendo el mismo sentido del Tercer
Secreto, que “el humo del infierno se había filtrado en el seno de la Iglesia”
y nadie le escuchó ni atendió de su grito de denuncia donde pedía auxilia; ya
estaba flanqueado por dos cardenales masones en la Misa conmemorativa de San
Pedro y San Pablo; y nadie hizo nada.
Hoy, espantados y escandalizados
por este hijo que parieron (que fueron miles, pero este llegó al poder) se
juntan y rejuntan para ensayar las medidas que pueden salvar a la Iglesia de
tal debacle. Y como siempre, salvo condenar y hacer un mea culpa por aquel
dislate total que fue el Concilio, los remedios son más de lo mismo.
Recordemos a Ralph Wiltgen – “El
Rin desemboca en el Tiber” – y su pormenorizado detalle de los puntos que
constituían aquella revolución:
1.- Reforma Litúrgica previa a
toda consideración doctrinal y por lo pastoral.
2.- Establecer una única fuente
de la revelación (Escritura) retirando el magisterio de los Papas.
3.- Colegialidad (demolición de
la autoridad Papal).
4.- Valoración del laicado (y
consiguiente demolición de las vocaciones religiosas) como proveedor del sensus
fidei.
5.- Desacreditación de la
Teología Dogmática (magisterio) e imposición de una babélica confusión
filosófica. Todo ello partiendo de un espíritu liberal y ecuménico con el que
la fe ya no se construye desde “arriba”, partiendo de la “ciencia celeste” proveída
por el mismo Espíritu Santo mediante la infalibilidad de los Papas, sino desde
“abajo”, desde un sensus fidei que sube desde el pueblo que la concibe en su
devenir histórico, hacia los teólogos que la interpretan y el Papa que la
declara – con valor temporal- por venir desde allí; es decir, “ciencia
humana”, y de la peor especie: interpretación sociológica de un sentimiento
masivo manipulado por la publicidad.
Algunos entendieron que todo esto
no dio el resultado querido, pues el Papa siguió siendo la autoridad, y es más,
cada vez más tiránica. Craso error que se produce al no saber distinguir
“autoridad” de “poder”. Como en todas las revoluciones el poder que anula la
autoridad legítima y promueve los cambios ideológicos, tan contrarios a las tendencias
naturales y las sanas costumbres adquiridas, lo tiene que hacer a fuerza
de guillotinas y tiros en la nuca. Pero ese enorme poder ilegítimo se ejerce
con el claro fin de impedir una autoridad verdadera.
La Autoridad
del Primado Papal, que enseña desde la certeza de su ciencia celeste se
terminó. Lograron que todos los Papas posconciliares no ejercieran más este
magisterio inoculando un virus subjetivista y liberal que les impide decir a
los hombres en forma de autoridad qué se debe creer y cómo se debe rendir el
culto, y con ello desautorizaron todo el magisterio anterior, en especial “el
inmediato anterior” (lo que era el objetivo primordial), pero… “Ahora bien, el magisterio conciliar no ha querido garantizar sus
novedades ejerciendo un infalible “poder de enseñar” del que se avergüenza;
pero luego pretende imponer al católico una nueva manera de vivir, que se
muestra en todo contraria a la tradicional, ejerciendo entonces toda la potencia
de su “potestas” – no de regir (lo que supone orden al fin de la Iglesia que es
la salvación de las almas) sino de presionar – “potestas coercendi”.
El cuento es viejo, la enorme tiranía que impone a patadas la supuesta
“liberación” de la revolución.
Y entonces tenemos Papas que
desisten de “enseñar”, de ser “maestros”, que “no son nadie para juzgar”, que
obtienen su ciencia de los propios gobernados, que ellos mismos se consideran
“enseñados” por el pueblo; pero para que esta maravillosa libertad de expresión
se exprese libremente (disculpen la reiteración) hay que sacarles a patadas las
viejas costumbres. En fin, un tirano
loco que no sabe a dónde va –el escritor se refiere
a Francisco o el masón y rotario Jorge Mario Bergoglio-, pero sabe bien
lo que tiene que destruir aconsejado por el también astuto judío Benedicto XVI, a fin de que desde las ruinas surja el mañana que canta.
Y ahora hay que batallar contra
el tirano que busca a palos que nos liberemos de las superestructuras
producidas por el Dogma, la Doctrina, la moral esclerosada y la liturgia
reglamentada que encarna esa moral y esa doctrina. (Todo esto propone punto por
punto la última encíclica de Francisco “Gaudete et Exultate”, llamando
arteramente “gnosis” a la teología dogmática).
Y ¿qué herramientas nos proponen
los sabios? Pues las mismas que traían los del Rin en aquella ocasión:
Colegiatura que frene el poder omnímodo del tirano; consulta al sensus fidei ya
recontra bombardeado por los medios (ahora interpretado por otros teólogos),
reforma de la reforma litúrgica en medio de la Babel doctrinaria y antes de
toda aclaración o definición; corrección del magisterio papal por la
“tradición” ¿Cuál? La que sea interpretada por otros teólogos a base de fuentes
primigenias y con per saltum del magisterio antiliberal próximo pasado.
Un círculo vicioso, una víbora
que come su cola, porque no pueden salir del encierro que su adhesión al
subjetivismo liberal les marca a fuego y de la que es garantía el “corpus”
documental salido del Concilio Vaticano II, al que nadie se atreve a tocar y al
que se considera un progreso maravilloso en la maduración de una fe a la que se
adhiere desde la propia libertad y no como consecuencia de una imposición
paternalista y autoritaria.
Estas defensas que se intentan y
se promueven contra Francisco, defienden el alfa y la omega de la intención
revolucionaria que fue siempre la de borrar del mapa la doctrina monolítica
surgida del Magisterio preconciliar. No habrá solución posible si no se parte
de la base que hay que recuperar aquella “autoridad” magisterial en su total
integridad, y de que el Concilio estableció un “poder revolucionario” pero
descreyó de toda autoridad jerárquica democratizando el proceso doctrinario que
expresa la verdad, “vox populis”, sí, pero con el timo hermeneútico de los
peritos.
La gran
tarea es demostrar que el magisterio conciliar –del
Vaticano II- “no es autoridad” sino simple poder coercitivo para
imponer – justamente – la idea de que no hay autoridad; y volver por los fueros
de una autoridad que supo expresarse de manera infalible, que es y fue la regla
próxima de nuestra fe. En especial el Magisterio inmediato pasado que condenó al
liberalismo y que es el que sufre el embate de tirios y troyanos.
“En nuestra
opinión, el único problema realmente nuevo que plantea el magisterio conciliar,
es justamente el de su autoridad. Apenas quede claro en la Iglesia
que la autoridad del Concilio es “cero”, se derrumbará totalmente
el moderno edificio bajo el peso del magisterio anterior. Pero si
bien tenemos dados todos los principios necesarios para demostrarlo, como la
autoridad de la conclusión depende del razonamiento teológico, podemos
profetizar que no terminará la discusión hasta que venga un Papa y, en nombre
de Nuestro Señor, tire todos los documentos de este nefasto Concilio a la
papelera”.
Previo a su renuncia, Benedicto XVI presumía en una campaña publicitaria, todas sus fechorías en el Concilio como grandes logros, cuando previamente el Papa Paulo VI declaró que el Concilio había sido un rotundo fracaso. Benedicto XVI es un zorro astuto y perverso, ahora QUIERE VOLVER A LA SILLA DE PEDRO Y FINGE SER UNA VÍCTIMA DE FRANCISCO, todo su teatro y fingimiento va dirigido a que declaren a Francisco como el perverso y hereje papa, y a él como si fuera una blanca palomita, siendo que es él quien más daño demoledor ha hecho a la Iglesia; qquiere sentar al anticristo Maitreya en la Silla Petrina y él fungir como su profeta.
Concluyendo, todo esfuerzo que
deje en pié una palabra del corpus conciliar nos seguirá llevando al desastre,
y todo intento que suponga el debilitamiento del Primado de Pedro, hará cada
vez más imposible una solución.
Los dejo con el consejo del
teólogo que vengo citando a fin de que sea tomado como saludable propósito para
conservar la fe:
“Al magisterio
conciliar no sólo no se le debe conceder ningún grado de
autoridad doctrinal, sino que hay que evitar oír su voz, como la de todo
autor de cuño modernista; porque ha aceptado el planteo subjetivista de las
ideologías modernas, que vicia desde la médula toda doctrina”.
(Todas las
citas pertenecen al libro “LA LÁMPARA BAJO EL CELEMÍN
Cuestión disputada sobre la autoridad doctrinal del magisterio eclesiástico
desde el Concilio Vaticano II”. RP. Álvaro Calderón. Ed Río Reconquista.
Argentina. 2009.)